Creo
que suprimir del callejero del pueblo al cardenal Segura se deba a que el
municipio piensa que, a tenor de la Ley de Memoria Histórica, hay que hacer
desaparecer todo vestigio del franquismo y personajes adictos al Caudillo. Pero
da la casualidad de que el cardenal Segura, aun siendo un purpurado muy
polémico, ciertamente no fue franquista. Y el pueblo de San Juan de
Aznalfarache le debe estar agradecido, porque el Monumento levantado en su
cerro se debe a la voluntad férrea del cardenal.
A
raíz de las Misiones celebradas en 1940, el cardenal Segura vio la necesidad de
tener en la diócesis una Casa de Ejercicios y también un Monumento al Sagrado
Corazón de Jesús, como ya lo hiciera en Cáceres y proyectara en Toledo.
No
había Casa de Ejercicios Espirituales en la diócesis. Se aprovechaba el
Seminario de San Telmo para los sacerdotes y casas religiosas para los fieles.
Había en Marchena, de iniciativa particular, en Valverde del Camino, diocesana,
y en Chipiona, de propiedad particular. Pero la lejanía y otros
inconvenientes...
Y
se fijó en el Cerro de San Juan de Aznalfarache, al otro lado del Guadalquivir,
donde hubo en la época medieval un castillo moro y en el siglo XV se asentó un
convento franciscano de Terceros Descalzos, que acabó en ruinas tras la
exclaustración del XIX.
Levantada
la iglesia y añadida una Casa de Ejercicios sobre el antiguo convento, el
complejo fue inaugurado y bendecido por el cardenal Segura en la tarde del 14
de diciembre de 1941 con función eucarística y tedeum.
El
Monumento al Sagrado Corazón lo piensa a lo grande. Y estamos en tiempos de
penurias, postguerra, 1941… Pero aquel alcor, que se alza como una cornisa que
divisa Sevilla, era propiedad del Ministerio del Aire. Y Segura, sin pudor,
después de sus desavenencias con el Gobierno de Franco (en una Sabatina de 1940
había identificado la palabra Caudillo con el demonio, citando una frase de
los Ejercicios Espirituales de san Ignacio de Loyola, lo que provocó
el furor de Franco, que a punto estuvo de expulsarlo de España), le escribe una
carta al general Vigón, ministro del Aire, fechada el 8 de enero de 1942,
solicitando ese terreno para erigir el Monumento junto a la Casa de Ejercicios.
El 28
de marzo de 1942, el Boletín Oficial del Estado publicó el decreto de cesión al
Arzobispado de Sevilla de una parcela de terreno destinada al emplazamiento del
Sagrado Corazón de Jesús en el Cerro de San Juan de Aznalfarache, propiedad del
Ministerio del Aire. Segura puede comenzar las obras. El Monumento,
diseñado por él, fue realizado por el arquitecto Aurelio Gómez Millán. De forma
semicircular es un gran patio porticado con balconada hacia Sevilla, en cuyo
centro se levanta la estatua del Sagrado Corazón. En la ladera anterior, en
camino serpenteante, discurre un Viacrucis y el monumento al Sagrado Corazón de
María. Por ello, a partir de su inauguración, se llamará: Cerro de los Sagrados
Corazones.
El
domingo 24 de mayo de 1942, Pascua de Pentecostés, tuvo lugar la bendición y
colocación de la primera piedra de la capilla votiva del Monumento oficiando de
pontifical el cardenal Segura, asistido por el Cabildo metropolitano, con gran
asistencia de fieles.
Hay
un problema. En los aledaños al Monumento está el cementerio del pueblo de San
Juan, contiguo a la Casa Diocesana de Ejercicios y en medio de la barriada que
pretende construir el Ministerio del Aire. El cementerio será clausurado el 24
de junio y trasladado a otro lugar, obligado el vecindario a remover los restos
de sus mayores por cuenta propia y construcción y embellecimiento de los nuevos
panteones.
El
eco de las quejas de los vecinos se ha perdido en el espacio infinito del
tiempo. No hay constancia gráfica del malestar que suscitó en la población.
Porque eran tiempos de ordeno y mando y de una censura imperante. Como tampoco
queda constancia escrita de la avidez faraónica del cardenal Segura con esa
obra colosalista que pretende llevar adelante.
En
noviembre de 1942, en la festividad de Cristo Rey, será la inauguración de la
Capilla Votiva, y el 31 de diciembre, solemne bendición e inauguración de la
estatua del Sagrado Corazón de Jesús.
En
años sucesivos, hasta su terminación en 1948, Segura no dejará de inaugurar las
distintas fases de un Monumento que sigue en persona casi día a día. Es su
paseo de tarde. Con su chofer y su secretario, toma su Mercedes y se planta en
el Cerro a contemplar cómo discurren las obras de un Monumento construido a la
mayor gloria del cardenal Segura. Perdón, de los Sagrados Corazones. Con el
tiempo, pícaramente llamarán al Monumento el «Valle de los Caídos del cardenal
Segura». En realidad, tal Monumento se convirtió en el gran mausoleo donde
yacen junto al cardenal Segura los restos de sus padres y hermanos y costará
sudores y lágrimas en aquellos tiempos de penurias tras la guerra.
El
Monumento se inauguró solemnemente el domingo 10 de octubre de 1948,
con misa en la puerta de la capilla votiva del Monumento y asistencia
de Franco y señora, el Gobierno en pleno, autoridades y ejército, los
obispos de Badajoz y Canarias, el arzobispo de Methynne, el cabildo catedral y
fieles.
Terminada
la misa, estaba programada una comida… que no se llegó a tener.
En
los días previos, llegó de Madrid el jefe de protocolos del Gobierno para
programar con Segura los actos del Monumento. Y se llegó al momento de la
comida, en la que Segura era el anfitrión, puesto que se daba en la Casa de
Ejercicios del Cerro.
El
jefe de protocolos le dice que la mesa será presidida por el Generalísimo y por
la señora de Franco, frente a él, y que Su Eminencia se sentará a la derecha
del Jefe del Estado.
–Eso
no puede ser –contestó Segura–. He jurado al recibir la púrpura los estatutos
por los que se rige el Sacro Colegio y los Cardenales no ceden puesto más que
al Rey, Reina, Jefe del Estado y Príncipe heredero. La señora del Jefe del
Estado, por muy respetable que sea, no ocupa ninguno de estos cargos.
–Pero
mire Vuestra Eminencia que hemos traído el protocolo de Madrid…
–Por
mí se lo pueden llevar. Yo no tengo más protocolo que las leyes de la Iglesia.
–¡Ay,
Señor! ¡En qué conflicto sin salida nos pone! No vemos solución.
–Pues
yo veo tres, por lo menos. Primera: que la señora del Jefe del Estado no asista
al banquete. Segunda: que no asista yo. Tercera: que el banquete no se celebre.
Y
el banquete no se celebró.
No
se verán más las caras Franco y Segura. Cuando Franco vuelva a Sevilla en abril
de 1953, Segura se hallará en el Cerro dando Ejercicios espirituales. Y el
distanciamiento y ruptura será total.
Dicho
lo cual, no veo motivo para que el Ayuntamiento de San Juan de Aznalfarache se
haya amparado en la Ley de Memoria Histórica para borrar de un plumazo a quien
le debe el monumento más colosal del que puede gloriarse el pueblo. Porque
Segura será lo que sea, pero no fue franquista. Y un año más tarde, en 1954,
cuando lo destituya de su diócesis la Santa Sede, escribirá una carta a
Domenico Tardini, prosecretario de Estado, en la que le dice:
–Estoy
solo, Franco me ha aislado.
Texto redactado por D. Carlos Ros, sacerdote jubilado y autor del libro “Pedro Segura
y Saénz, semblanza de un Cardenal selvático”.
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