Jueves, 25 de julio de 2019, celebramos la Solemnidad de
Santiago Apóstol, Patrón de España. En esta parroquia de San Juan Bautista
celebraremos la Santa Misa de esta solemnidad, fiesta de precepto, a las 20:00
h.
Para distinguirlo del otro se le añade el
comparativo de Mayor.
Las fuentes para su hagiografía están en el Nuevo
Testamento; otras, derivadas de los escritos neo-testamentarios, son las
noticias sobre el Apóstol puestas por escrito durante los primeros siglos por
Santos Padres y otros escritores eclesiásticos.
La vocación o llamada que Jesús hizo a Santiago fue
estando en plena faena; reparaba los aparejos de pesca un día de trabajo en la
orilla del mar; ya habían sido elegidos poco antes Simón y Andrés. Santiago ni
se lo pensó, dejó a su padre Zebedeo y a los jornaleros y se marchó acompañado
por Juan detrás de Jesús.
Pasó tres años en la escuela itinerante con el joven
Rabí; contempló los prodigios más maravillosos que puedan escribirse, escuchó
la doctrina más profunda que cabía imaginarse acerca de Dios, recibió clases
particulares adornadas con parábolas en torno al Reino y a la misericordia
divina, sufrió correcciones sobre la marcha al dejarse arrastrar por la
vehemencia que le caracterizaba y hasta se ganó por méritos propios –junto con
Juan– el mote de Boanerges o «hijos del Trueno», mostró deseos de triunfo
humano con solicitud de honores y mando cuando llegara el día del triunfo sin
resignarse a ocupar un segundo puesto, aprendió de Jesús modos de rezar y
también le escuchó atentamente cuando hablaba de misericordia y de perdón.
Fue uno de los apóstoles predilectos; con Juan y Pedro
presenció la curación de la suegra de Simón; estuvo presente en la
trasfiguración del Tabor, y se durmió un rato como los demás, mientras el
Maestro rezaba en Getsemaní al inicio de la terrible pasión.
Herodes le cortó la cabeza en el año 44, según el relato
de Lucas en los Hechos (12, 2-3).
Hasta aquí he hablado de historia con datos. A partir de
este momento se relata lo traído y llevado por los vientos.
Cuentan las lenguas que Santiago se mostró como un
estimulante ejemplo de aprovechamiento del tiempo, porque todo pasó en
diez o doce años poco más o menos, a partir de Pentecostés: Venirse a
las tres hispanias, como refiere san Jerónimo: la Tarraconense, la Bética
y la Lusitania, para ser «testigo hasta el fin de la tierra», y predicar
aquella fe tan poco y malamente apreciada por los indígenas que, pasados los
siglos, lo nombraron su Patrón; tener sobre un pilar, en Zaragoza, la aparición
consoladora de María en carne mortal, mientras ella residía en Jerusalén, y
quizá hasta en su propia casa familiar con la compañía de Salomé; regresar a
Jerusalén con unos cuantos varones apostólicos provenientes del paganismo
hispano, convertidos a la fe como primicias y fruto de la predicación; y ser
martirizado.
Algunos afirmaron que la compañía de los rudos hispanos
al volver, debió de causar extrañeza y asombro tanto entre los primeros
cristianos –algo parecido había pasado en el caso de la conversión del pagano
Cornelio por Pedro–, como entre los judíos al clasificarlos como gentiles, y se
atrevieron a sugerir que quizá ese descontento generalizado en Jerusalén diera
pie al murmullo de muchos y brindara a Herodes la oportunidad para que,
envalentonado con el apoyo de la élite religiosa judía que siempre veía
dificultades, herejía y otras cosas en la secta cristiana naciente y creciente,
decidiera cortarle la cabeza en el año 44.

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