Según un texto del siglo II, «Lucas,
natural de Antioquía de Siria, médico de profesión, fue discípulo de los Apóstoles,
y luego siguió a Pablo hasta su martirio. Después de haber servido al Señor
lealmente, célibe, sin hijos, murió a los 84 años en Beocia, lleno del Espíritu
Santo. Estando ya escritos los evangelios, el de Mateo en Judea y el de Marcos
en Italia, Lucas, movido por el Espíritu Santo, compuso su evangelio entero en
tierras de Acaya; y en el prólogo afirma que antes del suyo habían sido
escritos otros evangelios, y que era necesario proporcionar a los creyentes
venidos de la gentilidad una narración exacta de la historia de la salvación,
para que no fuesen seducidos por las mitologías judías, ni, engañados por las
vanas fantasías heréticas, se apartasen de la verdad… Y después, Lucas escribió
los Hechos de los Apóstoles».
Lucas recibió la fe alrededor del año 40.
No conoció a Jesús en vida pero supo recoger fielmente el testimonio de los
testigos directos de la vida del Señor. Su Evangelio es el único que narra la
infancia de Jesús y es en el que más se trata sobre la Virgen María.
El evangelista era griego, convirtiéndose
así en el único escritor del Nuevo Testamento que no es israelita. Sus padres
eran paganos de Antioquía. Sus escritos se dirigen sobre todo a los gentiles.
San Pablo lo define como «el médico querido» y cuando Pablo está en la prisión
en Roma escribe a Timoteo diciéndole que «Lucas solo queda conmigo».
El Evangelio de Lucas es conocido como el
Evangelio de la misericordia. Es él quien escribe sobre la oveja perdida, el
dracma perdido, el hijo pródigo, el Buen Samaritano… También se dice que el de
Lucas es el Evangelio de la alegría. Sólo dos veces, en toda la obra de Lucas,
se habla de tristeza: ésta de los discípulos en Getsemaní, que no señalan los
otros evangelistas, y la del joven rico, que rechazando a Jesús se fue, no
simplemente triste como dicen Mateo y Marcos, sino muy triste. Una mujer del
pueblo -nos dice Lucas- prorrumpe en alabanzas al Señor: «¡Dichoso el seno que
te llevó y los pechos que te alimentaron!» Y Jesús la corrige: «Dichosos más
bien los que escuchan la Palabra de Dios y la cumplen». Esta proclamación del
gozo de la salvación tiene el sello propio de Lucas, que asimismo recoge las
palabras de Isabel cuando es visitada por María: «¡Dichosa tú, que has creído!»
En la dicha de María, modelo ejemplar de la Iglesia entera, está la dicha de
todos los discípulos de su Hijo.
Según la tradición Lucas murió mártir en
Acaya, colgado de un árbol. Sus reliquias se encuentran en la Basílica de Santa
Justina, Padua, Italia.
La Santa Misa se celebrará hoy en nuestra
parroquia a las 19:00 h.
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