Domingo del banquete del Señor y Santa Teresa de Jesús


Hoy, 15 de octubre de 2017, celebramos el Día del Señor, el Domingo XXVIII del Tiempo Ordinario: El domingo del banquete del Señor

San Mateo nos lo cuenta poniéndolo en las palabras del Señor Jesús… Los ricos y potentados no acuden al banquete de bodas a que les invita Dios. La negativa sirve para que sean excluidos del Reino. Y el Señor manda a buscar a todos los pobres y necesitados, a todos esos que no quiere nadie. Así se llena el salón del banquete. Pero uno de los nuevos invitados no ha sabido ponerse el traje de fiesta, no tiene el corazón limpio y preparado para esa gran fiesta del amor… 


  
También celebramos la festividad de Santa Teresa de Jesús, religiosa, mística, escritora, reformadora y doctora de la Iglesia.

Teresa de Ahumada nació en Ávila el 28 de marzo de 1515. Hija de Alonso de Cepeda y Beatriz de Ahumada; fue la tercera de diez hermanos. Creció en un ambiente muy religioso, en el que desarrolló una llamativa sensibilidad por lo trascendente. En una sociedad analfabeta, sus padres la aficionaron precozmente a la lectura.

A los trece años perdió a su madre. Este golpe y las crisis propias de la adolescencia agravaron un problema afectivo que arrastraría dolorosamente hasta su conversión definitiva. Físicamente agraciada y con grandes habilidades sociales, pronto triunfó en “la vanidad del mundo”. Ya en el internado de Santa María de Gracia, tomó la determinación de ser religiosa, tras un fuerte combate interior. Le pareció que era un estado mejor y más seguro para salvarse. Además, le desagradaban las condiciones en que vivían las mujeres casadas de su entorno.

Cuando su padre quiso impedir su entrada en el Carmelo de La Encarnación, Teresa se fugó, no sin mucho pesar. Sus hermanos también dejaban el hogar rumbo a las Américas en busca de fortuna. Tenía 20 años y quería ser libre para conquistar su propio destino.

En La Encarnación vivió 27 años. En 1537 profesó y, transcurrido apenas un año, le sobreviene una extraña enfermedad. Cuenta ella que se curó gracias a la intercesión de san José, aunque con secuelas que padecería toda su vida. 


Tomó contacto con el misticismo franciscano a través de la lectura del Tercer Abecedario de Osuna, muy importante en su evolución espiritual. De nuevo en el monasterio, el reclamo interior a la soledad y la oración se vio obstaculizado durante años. Por una parte, el ambiente no era propicio, y su constante presencia en el locutorio era obligatoria, pues atraía las visitas de quienes dejaban buenas limosnas. Pero además, esta intensa vida social que la apartaba de la oración no le disgustaba, compensaba su desbordante afectividad.

Cada vez más insatisfecha, urgida por las llamadas del Amigo que la reclamaba toda para Sí, empieza a confrontar sus experiencias interiores en busca de luz. Muchos fueron los confesores letrados a los que confió su alma a lo largo de su vida.

En 1554, ante una imagen Cristo “muy llagado” comienza su transformación. En adelante, ya no será el temor lo que la mueva, sino un profundo amor a quien la ha amado primero. Dos años más tarde, se produce la conversión definitiva. El Espíritu Santo irrumpe en su alma y la sana, quedando libre de sus problemas afectivos. El fruto de su conversión fue una fecunda actividad como fundadora y escritora que se prolongó hasta su muerte.

Santa Teresa de Jesús murió el 4 de octubre de 1582 en Alba de Tormes. Fue beatificada por Paulo V en 1614, canonizada por Gregorio XV en 1622 y proclamada doctora de la Iglesia por Pablo VI en 1970. 

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