29 de agosto, hoy es el día del Martirio de San Juan el Bautista.
Juan es el hijo de un sacerdote del templo de Jerusalén
que se llamaba Zacarías y de su esposa Isabel, la parienta de la Virgen;
santificado en la Visitación, se entregó al hacerse adulto y madurar a cumplir
la misión que Dios le había confiado como Precursor; vivía con una austeridad
desconocida en el desierto, predicaba las verdades con una fuerza que
arrebataba, llamaba a todos a la conversión y a la penitencia, logrando que la
buena gente formara colas para ser bautizadas por él en el río Jordán.
Herodes Antipas era por el momento tetrarca, reinando en
Galilea y Perea, desde que murió su padre. Está sometido al poder de Roma. Pasa
temporadas largas en la fortaleza de Maqueronte, se dedica a la vida cómoda y
disfruta del ocio entre sedas, perfumes, copas y mujeres; tiene de todo y en
abundancia.
Herodías era cuñada de Herodes Antipas. Altiva,
dominante, ambiciosa, goza con la intriga y ansía grandezas. Abandona a su
esposo y con su hija se va en busca del boato de Maqueronte.
Juan el Bautista está preso, porque dijo sin fisuras al
rey: «no te es lícito vivir con la mujer de tu hermano». Ella no lo pudo
aguantar, se puso furiosa, pidió y exigió la cárcel para callar aquella voz
insolente. Conseguido el primer paso, forja un plan para el cumpleaños de
Herodes. Presente la nobleza, los jefes palaciegos y militares, aduladores y
trepas. En el apogeo será Salomé, la mismísima hija de la querida del tetrarca,
la que baile sensualmente. Se estremece Herodes y jura: «Te daré lo que pidas».
La consulta a la madre tiene una respuesta maquinada: «Ahora mismo, la cabeza
del Bautista». Dice el Evangelio que Herodes tuvo pena; pero fue tan ineficaz
como cobarde. Rodó por el suelo la cabeza y la pusieron en un plato como
regalo. Así se consumó el martirio de San Juan Bautista.


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