En más de dos y de tres colegios
públicos han decidido o no poner belén alguno o no celebrar la tradicional
fiesta de los niños vestidos de pastores, en aras de un laicismo mal entendido
y dadas las «connotaciones religiosas» (no musulmanas, claro) de tales
actividades escolares. Muchos niños se han quedado este Adviento sin ver cómo
beben y beben los peces en el río por ver a Dios nacido. Iba a decir al Niño
Dios, pero quiero ser políticamente correcto en estas Navidades que de
"blancas" (como el narco del anuncio de la Puerta del Sol) han pasado
a laicas. El tiempo de Adviento que la Iglesia celebraba litúrgicamente como
preparación para el Nacimiento del Salvador ha sido cambiado por las
iluminaciones de comercios y calles. En estas escuelas sin clases de Religión,
niños habrá que no sólo no les dejen sus padres cantar villancicos por su
contenido peligrosamente religioso, sino que cuando les hablen del Salvador se
creerán que es una república centroamericana.
La preparación para la Navidad
empezaba al primer domingo de Adviento y ahora comienza el primer fin de semana
con luces en las calles. Al propio ángel anunciador lo han hecho laico. Hemos
cambiado el ángel de la estrella de Oriente por el anuncio de la Lotería. De la
Navidad nos estamos quedando sólo con la parte gastronómica y vacacional. Y
digo yo que si en este mundo hubiera más coherencia, esos mismos padres y
profesores que no quieren que sus niños canten villancicos o pongan belenes
deberían renunciar a las vacaciones que en el trabajo les dan con motivo de la
Natividad del Señor, y acudir a currelar y a meter el hombro sin la menor
connotación religiosa de este tipo de fiestas.
Cuando se planteaba aquella vieja
polémica de costumbres y tradiciones entre lo español y lo extranjero, entre el
portal de Belén y el árbol de Navidad, entre los Reyes Magos y Papá Noel, no
podíamos sospechar que se fuera a llegar en nuestro mundo "light" y
"sin" a esta descristianización de las raíces de las fiestas de las
Pascuas de Natividad y Reyes. Una Navidad "sin". Los pueblos que
celebran la Navidad con árbol y Papa Noel proclaman sus principios cristianos,
sean católicos o protestantes. No se avergüenzan de ellos. En la Alemania de
Lutero toman tradicionalmente por Nochebuena los dulces del Niño Jesús como
nosotros el turrón, los mantecados o los polvorones. Los protestantes alemanes
llegan más lejos, pues nuestros productos no son del Niño Jesús, sino de Jijona
o de Estepa. Los norteamericanos, exportadores con su civilización de todo un
modo de celebrar la Navidad, nunca le quitaron el sentido cristiano. Aquí, en
España, en la vieja Europa, a agnósticos y a laicos no nos gana nadie, y menos
en Navidad. Observen las tarjetas de felicitación comerciales o institucionales
que les llegan en estas fechas. Casi todas desean "Felices Fiestas".
¿Qué fiestas? ¿Las fiestas de San Fermín, las fiestas de Carnaval? No, las
fiestas de Navidad. ¡Anda! Parece que les cuesta trabajo o les da vergüenza
poner la palabra Navidad: "Feliz Navidad, feliz aniversario del nacimiento
de Dios hecho Hombre en Belén". Aquí a todo el mundo se le festeja con
tarta y velitas el cumpleaños (cada vez menos el santo), menos a Nuestro Señor.
A Jesús se le regatea cantarle este "Cumpleaños feliz" o es
"Feliz, feliz en tu día" que al fin y al cabo es el sentido cristiano
de la Navidad.
EL RECUADRO, de Antonio Burgos
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